A finales del siglo XIX debido a la filoxera (la enfermedad del vino) y a la escasez de recursos, la gente más necesitada intentaba pescar en las pesqueras en estos acantilados jugándose la vida para obtener algún beneficio y poder alimentar a su familia.
En ese momento no quedaban muchas opciones, solo podían ir a podar viñas y al cultivo de arroz en Valencia. Muchos de ellos se jugaban la vida encima de un cañizo. Los que regresaban ofertaban sus capturas (sepias, calamares y otros pescados) a la gente más pudiente.Las bajadas por los acantilados eran muy precarias, se hacían con restos de cuerdas, troncos de pino, alambre y escaleras que por el tiempo se podrían y causaban los peores accidentes. Hoy todavía se puede admirar la valentía de aquellos valientes hombres cargados con sus artes en un capazo de palma y valorar el espíritu de la gente de la Marina Alta.
En algún acantilado se superan los 200 metros de desnivel, como la Sirera en Moraira con 50 metros en vertical.